Tuve un enorme poema para escribirte
Pero mi mente se llenó de incógnitas malditas
Que hicieron del poema solo un instante
De laceración.
Ese poema decía; Amada, tengo entre mis manos
La esencia de la felicidad, ¿me ayudas a saber usarla?
Porque, sólo ¡es un problema! ¿sabes? No se donde poner las rosas.
No sé donde guardar las fotos, los recuerdo, los momentos vividos.
No sé donde poner el crucifijo para rogarle a Dios volver a estar a tu lado.
Amada, necesito tu presencia para que me ayudes con esta situación de buscar en las arenas del mar el instante preciso  en que las aguas mojen nuestros pies para bendecir nuestro amor.

Necesito tu presencia para encontrar la imagen de la cópula entre la tierra, el cielo y el mar.
¿Quien confundió la esencia de lo infinito?,
Fui yo, que jugué mal con el tiempo del romanticismo, y me dejé llevar por la lluvia casi eterna de nuestra Patagonia, o por lo menos de mi Tierra Del Fuego. Isla de ensueños, muchas veces mal llevados, o llena de bellezas, sobre todo cuando los caminos lacustres se convierten en un sitio ideal, rodeados de un entorno tan singular, que tomar de la mano a la amada y caminar por ellos, es como sentir que uno vuela por encima de las aguas buscando el refugio perfecto donde hacer el amor, al calor de una hoguera, tal vez dentro de la tan soñada cabaña, donde nadie nos moleste, y donde pueda decirle ¡Cuánto la amo!  Lagos con agua de sabor fresco y puro, que con solo tocarla nos acercan a lo eterno, pero que a la vez nos llenan de incógnitas sobre un futuro incierto e inseguro.

¿Por qué hoy no quiero recorrerlos? ¿Será porque se llevaron mi amor?
Es tu aroma, es tu piel, es tu mirada que quedó impregnada en los lagos de La Tierra del Fuego, no sé si tomar fotos para el recuerdo o para el olvido.
Tuve un enorme poema para escribirte
Pero mi mente se llenó de incógnitas malditas
Que hicieron del poema solo un instante
De laceración.
Ese enorme poema, amada, igual, lo tengo escrito, esperando que algún día lo podamos leer juntos.

Eduardo Pocai