Desde La Tierra Colorada
de Eduardo Pocai, el Martes, 22 de mayo, 2012
Ensayos
Las letras no surgen así, con la espontaneidad de un buen día, o un buenas noches. Escribir sobre alguien o sobre algo tiene que ser impulsado por sentimientos bien profundos. Si es sobre una persona, que uno va a escribir, hay que tener la delicadeza de saber decir lo justo, lo más sincero. La sincronicidad de las palabras deberán coincidir con la verdad que Dios y el universo puso dentro de esa persona. Pero hay un problema que nos va a llevar a poder equivocarnos. ¿Cuál es ese problema? El no conocer lo suficiente, el no saber mucho de ella, el solo imaginar, el solo sentir cosas en función de una necesidad propia de poder creer en alguien. Pero no deja de ser apasionante. Saber tratar el tema con la delicadeza de un pétalo de rosa, así, como cuando ella apoya su naricita para disfrutar de su perfume, esa caricia debe ser constante, casi eterna. Saber tratar el tema con la frescura de un manantial de montaña, de esos que bajan saltarines entre las rocas, como jugueteando con la vida misma para luego mezclarse con las aguas de un río que llevará toda esa alegría a un inmenso lago, lago de aguas cristalinas que invitan al amor, a caminar por sus costas sintiendo que hubo una creación, que hubo quien un día pensó en que la vida era posible.
Estas palabras nacen de mi imaginación, y hoy, dentro de mi inconsciencia, y de mi falta de conocimientos, viene desde una provincia de nuestro hermoso país, una provincia que mezcla, mágicamente, el rojo de su tierra con el intensísimo verde de una vegetación tan profunda y bella como el amor que uno solo imagina en una noche de esas; en que la belleza duerme en la misma cama donde uno está. Sí, solo en nuestra imaginación, ni siquiera el deseo puede saber de la bondad del corazón de esa persona sobre la cual uno tiene deseos de escribir. Es bello saberla, oírla, y saber que esa clase de seres humanos existen.
Para ti, María, con todo mi sano amor.
Eduardo Pocai
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