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María Tereza

de Eduardo Pocai, el Viernes, 9 de marzo, 2012 Ensayos
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María Tereza era una chica humilde, de ojos color de almendra, como a mi me gustan, esos ojos que cuando brillan mirando a los tuyos parece que penetraran tu propio espíritu. Vivía en una casa de madera y zinc, de esas muy viejas, de cielorrasos muy altos, con galería de columnas de hierro fundido y baldosas de cemento coloreado, esas galerías abiertas que cuando llovía con viento entraba agua hasta en las piezas y no alcanzaban los trapos para lograr que no se mojara la madera vieja de los pisos.
Vivía con su hermana mayor, unos diez años más que ella, y con su madre, una señora con ideas muy antiguas, que muy poco se preocupaba por la educación de su hija menor, María Tereza se las rebuscaba como podía. El padre las había abandonado mucho tiempo atrás, María Tereza era bebé, con lo cual no llegó a conocerlo.
María Tereza era una chica muy humilde, con una sonrisa amplia, maravillosa, con una dentadura bien blanca cuidada por unos labios gruesos, carnosos, del color de las rosas, que te llamaban a disfrutar de la tibieza de un corazón gigante capaz de hacerte vibrar hasta lo más profundo.
María Tereza era bella, muy bella, de pelo castaño oscuro, ondulado por naturaleza, cuando meneaba su cabeza el brillo de su cabello mareaba, pues no era posible dejar de observarlo. Se los dejaba bien largos, sabía que enamoraba a cada paso.
María Tereza era una chica muy humilde, el único perfume que se le apreciaba era el de su jabón de tocador, utilizaba para higienizarse un fuentón con agua tibia, pero a pesar de la incomodidad lo hacía diariamente, el enjuague no podía ser demasiado intenso con lo cual su jabón dejaba un aroma muy especial en su piel, no sé, pero me enamoraba de solo sentirlo. Muchas veces llegaba al colegio con sus cabellos mojados, yo le pedía que me dejara tocarlos porque no podía comprender porque esas ondas me hacían estremecer tanto. Cuando pasaba mis manos por su hermosa cabellera notaba que no era yo solo el que se estremecía. Su presencia no me dejaba concentrar en la clase del día, era una sensación sensual y sexual que ardía en mi mente durante las horas de clase.
María Tereza era una chica muy humilde, pero a su vez era una mujer hermosísima, era consciente de ello, y hacía gala de su situación. Tenía un novio mucho mayor que ella, creo que tendría unos veintisiete o veintiocho años, jugaba en la primera división de Defensores de Cambaceres, club de fútbol de la ciudad de Ensenada, mi ciudad natal.
Nos sentábamos juntos en el banco de la escuela secundaria, yo dieciséis años y ella dieciocho, una diferencia enorme para hombre y mujer en esas edades. Yo hacía tres años había dejado de jugar con los autitos y los soldaditos, ella ya había conocido el sexo, los besos, la cama acompañada, la desnudez del cuerpo del otro sexo. Yo solo sabía que había una semillita……Bueno, no llegaba a tanto mi ignorancia, es una manera de graficar la gran diferencia que existía en ese momento. A esta altura todo aquello es solo un recuerdo, sí, hay sentimientos, ¿Por qué? Porque tienen que ver con la vida misma.
Sí, me enamoré, me comencé a volver loco por ella, se me borraron de la mente el estudio, las clases, los profesores, era una sensación que jamás había sentido, ese sí fue mi primer amor. Mi primer gran amor, el más duro, ¿el más difícil?, no creo, pero en ese momento sí lo era, no tenia ni idea de cómo actuar, jamás nadie me había dicho como se debía actuar en estas situaciones. Mi amor era incomprensible, ¿Por qué? Porque yo no sabía lo que era el amor. Hay personas que comienzan por el sexo antes que por el amor, creo que llevan las de ganar.
El tema es que María Tereza tenía un novio, y ese novio no me producía ninguna envidia, no hubiese querido estar en su lugar. ¡Que extraño! Luego de algunos años me di cuenta que antes de haber sido novio fui amante, parece que fuera una condición en mi. Les juro, hoy no me molesta para nada, a pesar de que sería hermoso poder amar y ser correspondido.
María Tereza era una chica humilde, pero nunca le faltaba nada, tenía su Wincofón, que yo aún no había podido comprar, y tenía los últimos discos de Lafayette y de Roberto Carlos. Yo me preguntaba quien se los compraba, o bien, de donde salía el dinero para tenerlos.
Un día, dos primos míos mayores que yo, me llamaron porque tenían necesidad de hablarme. Nos juntamos en un café de Ensenada, “El Bar La Marina”. Yo acudí con una intriga enorme y mucho temor, temía escuchar lo que escuché.
- Eduardo, vos sos novio de María Tereza…No sabía que decirles, novio no era pues ella tenía ya un novio, no sabía que existía la condición de amante, pero les comenté que estaba enamorado y que con ella vivía momentos hermosos. Se miraron cómplices y con cierta tristeza, se callaron unos instantes pues me di cuenta que no sabían como encarar el tema, hasta que Carlos, que tal vez era el más osado, me dijo. Querido Eduardo, María Tereza no es para vos…..¿por que? Pregunté….. Fue muy duro enterarme que yo no era el único “amante” de María Tereza.
Mi vida cambió rotundamente a partir de ese momento. Ella desapareció de mi vida pero no de mi mente, por suerte esto ocurrió una semana después que habían terminado las clases, de esa forma no tuve que volver a verla.
Pasaron unos años, cuatro, cinco, no se, sonó el teléfono de casa y escuché su dulce e inconfundible voz diciéndome que todo lo que se había dicho de ella era cierto, pero que yo había sido y era el hombre que más había amado, que lo que vivimos juntos no fue una mentira…….
Hoy no se mucho de ella, jamás la volví a ver, pero me contaron que si la llegara a ver me causaría mucha tristeza. Sé que está sola, hasta sus hijos la abandonaron, no se cuantos tuvo pero se que no con el mismo hombre. Sigue viviendo en la misma casa, sola, pues su hermana y su madre ya no están.
María Tereza era una chica muy humilde……….
Eduardo Pocai
 

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